martes, 29 de julio de 2008

La mano de Dios

Una de las tareas ineludibles de todo gurú que se precie es hacer de Dios entre sus acólitos. En esta ocasión, demostrando mi espíritu de sacrificio por la causa, he renunciado al sublime placer de jugar a DBMM para adoctrinar a otros. Concretamente a Juanjo, ya oficialmente presentado en el blog, y a Ignasi, otro reciente novicio de espíritu agresivo, en ocasiones hasta temerario.

Así, hoy he hecho de Dios, es decir, que me he limitado a prohibir, sermonear y observar desde la distancia a ambos contendientes. Helos aquí, acompañados por otros dos futuros contendientes (actualmente los mejores jugadores de DBMM del club) en la mesa de al lado.


Hoy era su primer día al mando de sus respectivos ejércitos en solitario. Ignasi llevaba su Huno (con Atila incluido) y Juanjo llevaba mi teutónico-granadino transfigurado en un sasánida.

Me complace hacer de Dios. Es muy gratificante decir a los demás lo que puedes hacer y lo que no. Lo mejor de todo es que, como el texto del reglamento es, literalmente, indigerible y, en algunos instantes, incomprensible, casi nadie se lo ha leído y muchos menos se lo han estudiado, como yo. Eso da poder, mucho poder. Me permite conseguir una de las cosas más maravillosas de este mundo: tener a los demás pendiente de lo que dices. Es así como te das cuenta de lo importante que resulta ser el único conocedor del texto sagrado en sus más recónditos rincones. ¡No hay nada como la ignorancia ajena para ser el número uno en algo!

Aunque me declaro más bien iconoclasta, haré una excepción y mostraré una parte de mi mismo en acción. Heme aquí sermoneando sobre una decisión de la partida.


Pero debo admitir que endiosarse es malo. Luego crees que puedes hacerlo con la misma facilidad en el mundo exterior y pasa lo que pasa. Crees que puedes ligarte una tía explicándole algunas de las restricciones del movimiento gratuito de 80 p tras el contacto con enemigo y ves que no es así.

Por cierto, al final ganó Juanjo pese a tener muchas dificultades con la maniobrabilidad de las tropas.

2 comentarios:

Juanjo dijo...

David, mis conocimientos teológicos son limitados... pero sin duda debo admitir que si alguien conoce los senderos inexcrutables del metafísico reglamento que jugamos, ése eres tú.

Eres el guía hacia un elevado plano del entendimiento, un lugar donde espacio, tiempo y mamporros se confunden y mezclan... un laberinto cuya única vía de entrada y conocimiento es la palabra de Dios.

David Cantó dijo...

¡Ah, hijo mío!

¡Tú eres mi alumno aventajado! :D Aun así no esperes que te deje ganar fácilmente :D