jueves, 10 de julio de 2008

Adoctrinamiento inicial

Una nueva victoria en la predicación de la fe verdadera. Estoy adoctrinando a un nuevo novicio, de nombre Juanjo. Esta es su segunda partida, a la que más tarde se incorporará otro novicio, Ignasi, que tomará su relevo en el mando (incluso los nuevos adeptos tienen otras obligaciones).

He aquí a Juanjo en plena libación previa al combate con su asesor cubano, Pere. La furia del guerrero es perfectamente visible en sus ojos.


Les he dejado mi teutónico y yo llevo mi granadino. La distribución es de 300 puntos por bando y con supremacía de tropas montadas por ambas partes.


Comienzo con un furibundo ataque por mi ala izquierda. Juanjo decide retirar sus tropas hacia el centro sacrificando a un elemento para detener mi avance.

Simultáneamente, avanzo por el centro aprovechando mi superioridad numérica y amenazando sus dos flancos. Espero que ello le desconcentre y pierda la cohesión de su línea.


En mi ala izquierda él sí que ha avanzado, como yo, e inmediatamente hemos entrado en combate. Ha habido bajas en ambos lados y las líneas están rotas. Dispone de una columna lista para atacar mi flanco o arrojarse al bagaje, ambas cosas peligrosas. Pero queda compensado con la peligrosa exposición de su general a mis tropas.


Se establece un furioso combate en el que ambos nos atacamos respectivamente al flanco y la retaguardia. Quien pierda muere, y yo salgo con clara desventaja, ya que es un +1 contra -1 a su favor. Eso sí, si gano, mato a su general.


Mala suerte. Ganó él.

Pese a todo, tengo aun mucha ventaja táctica, ya que puedo volverle a atacar por el flanco y la retaguardia. Esta vez sin combate frontal. Ahora es un +2 contra +1 a mi favor, con la ventaja que si gano, lo mato. Esta vez hay mejor suerte y lo consigo.


Su mando está roto. Tengo ventaja, de momento. Inmediatamente, sus supercaballeros deciden pasar a la acción visto lo visto en el flanco. Cargan frontalmente contra mis campesinos ballesteros. No he podido romper la cohesión de su línea, como quería.

Una de cal y una de arena. Pierdo dos combates (cuatro elementos) y gano tres. Él no ha perdido ningún elemento. Esto pinta mal, mal. Tengo un agujero enorme a la izquierda del C-in-C.

Pasan los turnos y, aunque consigo eliminar un elemento de caballeros con los Pisloi de la colina de mi derecha, consigue volver a cargar y me revienta casi toda la línea. Esto está perdido. Alejo el C-in-C a la espera que vengan los ligeros que han ganado en mi ala derecha. El ala izquierda ha quedado estancada porque él ha podido cerrarse bien y a tiempo tras los matorrales.


Mi mando central es finalmente desbandado. Comienza una nueva tanda de maniobras para intentar rematar la batalla por ambas partes. Sólo tengo ligeros para enfrentarme a supercaballeros.


Ambos estamos maniobrando para amenazarnos flancos y retaguardias. Él está a 6 de moral para perder y yo a cinco. La batalla ha vuelto a comenzar pero con ventaja al choque para él y a la maniobra para mí.


La partida debe concluir aquí porque hay que ir a cenar a casa. Podría haber pasado cualquier cosa a partir de ahora. La pregunta es, si con dos partidas ya voy justo para ganarles, ¿qué pasará cuando lleven 4?

2 comentarios:

Juanjo dijo...

En esta batalla aprendí algo crucial: los generales deben dirigir la batalla, no participar en ella.

Esto puede parecer algo simple y lógico, pero cuando estás metido en el fragor de la contienda puedes terminar olvidando las premisas más elementales. Pues bién, en esta batalla fue decisivo este error y murió mi general. Así fue como sucumbió mi flanco izquierdo, en el que mis tropas de caballería tenían asignado el dado más alto de puntos de mando con intención de desequilibrar la batalla a mi favor.

¿Qué hubiera pasado si no hubiera expuesto a mi genaral? No habría muerto y hubiera tenido una gran ventaja para aniquilar la caballería de David. Después podría haber ayudado al centro, donde mis tropas se habían replegado con intención de retrasar el combate principal en espera de la llegada de mi caballería triunfal.

La próxima vez las cosas, en efecto, sucederán así ;o)

David Cantó dijo...

¡Ah, mi joven cadete! Cada partida es un pozo de conocimiento táctico y estratégico. Y hay que saber aprovecharlos. ;)