Sólo encuentro una palabra moderadamente pedante (me he tenido que contener) para describir este libro: pluscuamperfecto. Tras dos libros de transición, este me ha devuelto a la senda de la búsqueda de la perfección lectora, entendida como aquella que combina el incremento de conocimientos con el placer extático.
Los autores son un prehistoriador y un patólogo forense franceses de los que no había oído hablar. En poco más de 250 páginas, con otras 50 de bibliografía esencialmente francófona, se hace un repaso rápido pero muy denso de lo que las evidencias arqueológicas nos aportan acerca del uso de la violencia desde el epipaleolítico hasta el primer bronce.
Qué delicia…
Id olvidando la dicotomía entre los melenudos cazadores de mamuts como salvajes que no distinguían la carne animal de la humana y la de los pacíficos primeros agricultores del neolítico. El camino de la guerra tiene un recorrido muy, muy largo que se origina muy lejos en el tiempo. La guerra como la conocemos ahora comienza con la agricultura y la domesticación, pero el substrato de violencia organizada (precedente inmediato de la guerra conceptualizada) ya es demostrable desde mucho antes. Y para muestra, un botón de los que más me impresionó. Fijaos en la ilustración de la portada. Está tomada de una de las interiores incluidas como ejemplo de arte rupestre levantino. ¿Adivináis a qué consenso ha llevado a los especialistas esa representación? Se trata de un pelotón de ejecución jaleando con sus arcos alzados el acribillamiento de su víctima. Me dejó sin palabras.
Pero lo mejor son, de lejos, los dos últimos capítulos, dedicados a la emergencia del guerrero y a la del héroe respectivamente como elementos idealizados a partir, especialmente, del período calcolítico. Esto es lo que busco. La indagación en las mentalidades. El por qué. ¿Sabíais que ya en pleno neolítico – cuando se supone que cultivar cereales y domesticar animales te ha hecho olvidar perseguir bisontes para comer – el arte rupestre continua insistiendo en una temática obsesiva con las escenas de caza? No hay ni una sola representación realista sobre escenas agrícolas. Si ya dispones de excedentes suficientes para no tener que jugarte la piel corriendo tras toros salvajes, ¿por qué lo más importante que consideras dejar para la posteridad es precisamente eso? La respuesta que dan los autores se encuentra en restos arqueológicos de…masacres. Efectivamente, no todo lo que se recupera del período prehistórico son colmillos o restos de arcos supraorbitales. Se han hallado hipogeos con más de un centenar de restos humanos incluyendo puntas de flechas atravesando cráneos o clavadas en vértebras. Espeluznante.
Se me ha hecho corto, la verdad. Me ha sabido a tan poco, al final… (emoticono de suspiro). No quiero destriparos más, pero deberíais conocer el origen conceptual del héroe, evolución del guerrero, que proporcionan los autores. Rompe esquemas. Ya estoy buscando uno de los títulos de la bibliografía recomendada y que, según el profesor Guilaine, apoya sus tesis.
Cuando me lo haya leído, lo encontraréis aquí, por descontado.
1 comentario:
Me lo tienes que prestar y yo te dejo "el origen de la guerra" de Arther Ferrill.
Donde también aparece esa escena de la que hablas...
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