martes, 21 de octubre de 2008

Otro mundo es posible

Hoy me es difícil encontrar palabras para expresar lo que he vivido. Aun me hallo conmocionado, aturdido. A medida que te haces mayor comprendes cómo funciona el mundo y lo que es verdaderamente terrible de envejecer es que casi nunca puedes hacer nada por cambiarlo.

Una vez has aceptado que lo extraordinario siempre sucede lejos de aquí, que lo fascinante se reduce no hacer cada día lo mismo y que lo inolvidable dejas de recordarlo al día siguiente, aceptas también que tu vida es inmejorable.

Hasta que descubres que eso no es así.

Me cuesta creer que otro mundo es posible. Por naturaleza soy escéptico, pero hoy he constatado que eso no ha de ser necesariamente así. He sido iluminado. Todo comenzó cuando le pedí a Mario, que se está haciendo un ejército aragonés del s. XIV, quedar para probarlo contra mi granadino. Pese a algunas reservas sobre filosofía de juego y sus discrepancias sobre aspectos de resolución de DBMM, sus ingentes conocimientos de historia militar medieval (es doctorando en dicho tema) hacen que el mero hecho de mantener una conversación con él sobre logística y mecanismos de retribución durante el reinado de Alfons el Magnànim sea todo un placer. Sólo por ello ya es motivo suficiente para pasar una tarde, esta vez sí, inolvidable.

La iluminación vino con ella.

La pareja de Mario se llama Lorena, y vino a jugar con él. Esta es la imagen que me ha hecho cambiar mi concepción del universo.

Durante los 18 años que llevo jugando con miniaturas históricas, sólo he conocido a 3 mujeres (Lorena es la cuarta) que se hayan interesado por esta afición. De ellas, dos lo hacían para no quedarse solas y aburridas en casa mientras sus respectivos maridos estaban jugando en el club. La tercera lo hizo como trabajo de fin de carrera de sociología y con el objetivo oculto de desacreditar nuestra actividad como venganza ante el despecho que le había causado su ex, un miembro del club (igual algún día lo explico, porque aquella mujer me impactó profundamente; era extraordinaria, inolvidable, fascinante). Todas tenían en común que venir al club era un mal menor o un mal inevitable en sus vidas.

Lorena es la primera mujer que conozco que sí disfruta realmente con esto.

A través de los foros internacionales, me consta que existen mujeres que juegan a DBMM o miniaturas en general. De ahí que se cumpla lo dicho al inicio sobre que lo extraordinario siempre sucede lejos de aquí. Todas las mujeres que he conocido y a las que he explicado mi afición durante estos 18 años han reaccionado siempre de la misma forma, con condescendencia o con estupor. Las primeras, al no entender exactamente en qué consiste este mundo, se limitan a englobarlo en el apartado “cosas raras que hace este friki” (momento a partir del cual miran de evitarte), las segundas, que sí pueden entenderlo, te ubican inmediatamente en la categoría de “tíos a los que intentar evitar a toda costa por frikis”. Este no es más que uno de los elementos que me llevan a pensar que la cultura mediterránea, latina y católica, no está preparada para este tipo de hobbies. En la Europa moderna, civilizada, protestante, estas cosas no pasan tanto, como se comprueba en los foros internacionales. ¡Qué lejos estamos de la convergencia europea real!

Ver a Lorena discutir el plan de acción, el despliegue, la táctica y los objetivos a conseguir en la mesa de juego no era lo maravilloso. Eso lo hacían también las tres anteriores. Lo que era distinto en ella era percibir su tensión muscular ante la incertidumbre, la preocupación ante la variabilidad posicional del oponente y, por encima de todo, la más genuina excitación ante la batalla inminente. Eso es lo que define a un jugador, ya sea de DBMM o de cualquier otro juego de estrategia. Y ella lo es.

Después de casi dos décadas ya había renunciado a encontrar una mujer que fuera jugadora, genuinamente jugadora. Estaba convencido de que sólo lo conseguiría yéndome a vivir al Reino Unido o a las Américas. Es más, incluso ya había escogido a la candidata ideal, la norteamericana Petra Verkaik. Durante mi periodo como miembro de su club de fans on-line, pude comprobar en su diario personal (consultable por el módico precio de 14,95 dólares al mes) que se declara una acérrima fan de los espectáculos de derribo de fichas de dominó, en los que ha participado diversas veces. No es DBMM, sin duda, ¡pero es una buena base de iniciación!

Creo que, por hoy, no puedo añadir más. Aun me estoy recuperando tras esta epifanía. Desde hoy nada será lo mismo en mi vida. Ahora tengo la seguridad de que los sueños pueden hacerse realidad.

Por cierto, jugamos la partida, pero sólo conservo recuerdos vagos. Tengo una foto del despliegue. Fue este.

Luego todo es borroso. Nótese que la escenografía es mucho mejor de lo habitual. Eso fue debido que el Sr. Mario es un miniaturista consumado y no puede tolerar jugar con cartulinas que hagan las funciones de accidentes de terreno. Creo recordar que ganaron ellos. Eso ahora no importa. Lo importante ahora es renovar mi pasaporte de inmediato.

4 comentarios:

Xavier Martí i Picó dijo...

¿Qué decir?¿gracias por existir? Realmente conmovedor...

David Cantó dijo...

Calla, calla, que aun me volveré a emocionar...:)

Juanjo dijo...

Joder, me he emocionado. Ver el "rigor bellis" en el rostro de una mujer paraliza a cualquiera. Eres un privilegiado, David.

Y Petra Verkaik... si esta muchacha pudiera ser jugadora de DBMM... ¿cónmo serían los clubes norteamericanos? Me gusta imaginarlo :o)

David Cantó dijo...

¡Que nos tenemos que ir p'América, chaval, que lo veo claro! :D